sábado, 14 de julio de 2007

Organización de Estados Iberoamericanos - OEI

La Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura es un organismo internacional de carácter gubernamental para la cooperación entre los países iberoamericanos en el campo de la educación, la ciencia, la tecnología y la cultura en el contexto del desarrollo integral, la democracia y la integración regional.

Los Estados Miembros de pleno derecho y observadores son todos los países iberoamericanos que conforman la comunidad de naciones integrada por Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Cuba, Chile, República Dominicana, Ecuador, El Salvador, España, Guatemala, Guinea Ecuatorial, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Portugal, Puerto Rico, Uruguay y Venezuela.

La sede central de su Secretaría General está en Madrid, España, y cuenta con Oficinas Regionales en Argentina, Brasil, Colombia, El Salvador, España, México y Perú, así como con Oficinas Técnicas en Chile, Honduras, Nicaragua y Paraguay.

lunes, 2 de julio de 2007

Ensayos sobre la educación

Cada participante de la Cátedra OEI Interuniversitaria, La Serena escribe una página quincenal sobre un tema que ha elegido libremente. La idea es que cada un@, sin presión teórica, metodológica ni temática, reflexione sobre lo que considera importante en su campo.

Nos reunimos quincenalmente para dialogar sobre los distintos escritos, especialmente sobre aquellos aspectos propositivos. En esas reuniones nos nos dedicamos a resaltar aquello que podríamos considerar negativo o en lo que no estamos de acuerdo, sino que nos cuidamos de potenciar lo que consideramos positivo.

Esperamos que a medida que los escritos se vayan enriqueciendo con la reflexión develarán patrones de autoorganizacion asombrosos que tenderán a niveles de complejidad creciente.

La confianza se nutre del interés genuino de cada participantes en la educación, sus potenciales y problemas.

Invitamos a quienes quieran dialogar escribirnos.

Catalán, Jorge - Reflexividad y desempeño docente (borrador)


Jorge Catalán A.
Mayo 2007
jcatalan@userena.cl

Reflexividad y desempeño docente



Documento de trabajo (Mayo de 2007)



Según De Vicente (2002), en una revisión de los modelos y de autores que los tipifican, identifica tres aspectos básicos en la formación de los profesores: conocimiento, reflexión y colaboración. Subyace a estos aspectos la concepción del profesor como un profesional reflexivo, colaborador y que construye conocimiento. La reflexión se vincula estrechamente con la calidad educativa, ocupando un lugar central para promover el desarrollo profesional e indispensable para conferirle poder y autonomía al profesor (Villar, 1995; De Vicente, 2002). La concepción del profesor como colaborador se sustenta en comprobaciones de que el pensamiento se construye interactiva, dialógica y argumentativamente; lo que justifica el trabajo escolar llevado a cabo por equipos de profesores (Hargreaves, 1996).

Junto con atribuirle al profesor un papel activo para guiar su propio trabajo, desde la práctica reflexiva se asume la capacidad del profesor para desarrollar el currículo y para promover los cambios que en la escuela se requieran.

La posibilidad de intervención de los profesores en aspectos que contribuyan al mejoramiento de la calidad de la educación, tiene como requerimiento que los propios profesores cambien y que este cambio surja de la evaluación de su quehacer y de lo que acontece en las instituciones en las que lo desarrollan (Villar, 1995; Murillo, 1999). De manera que: “el desarrollo profesional del profesor necesita apoyarse en los resultados de la evaluación de su acción educativa, tanto a nivel específico como genérico; así, deberá conocerse su capacidad para dominar y aplicar las habilidades técnicas para la práctica; habrá de saberse hasta qué punto es capaz de incrementar la claridad, el significado y la coherencia a través de la práctica reflexiva; será necesario averiguar si está dotado del conocimiento suficiente y de la habilidad necesaria para la investigación y la exploración; si posee, en fin, la adecuada disposición a recibir y dar ideas, a prestar asistencia y a recibirla de otros, a la colaboración” ( De Vicente, 1996: 299, 300).

Mediante la evaluación del desempeño docente, fundamentalmente se intenta evaluar la responsabilidad y el desarrollo profesional (Reyes, 2000). Consecuentemente, no es un fin en sí, sino un medio para mejorar la calidad de la educación (Reyes 2000; Arancibia, 2001). Por lo mismo, requiere de condiciones especiales que permitan aprovechar su potencial: “La evaluación del profesor, cuando se produce en un contexto de confianza y apoyo mutuo, inicia un ciclo de reflexión y de autoevaluación tanto individual como institucional. No sólo proporciona retroalimentación al individuo y a la organización, sino que sirve para estimular la reflexión acerca de las normas y valores que apoyan la práctica profesional” (De Vicente, 2002: 125).

Mi interés actual, de acuerdo a lo señalado hasta aquí, es trabajar la reflexividad de los profesores, asociándola a su propio desempeño y al mejoramiento de éste, como una forma de contribuir a su desarrollo profesional. La evaluación del desempeño docente puede ser cuestionable en muchos sentidos, pero es una realidad ineludible. Se trata pues, de enfrentarla del mejor modo, generando conciencia en los docentes de los beneficios de reflexionar acerca de su quehacer, de hacerlo en forma colaborativa y de orientarlo hacia en cambios evidenciables en la profesión y en la calidad de la educación.

Documento de trabajo (Septiembre de 2007)

La reflexión es una temática recurrente tanto en los documentos oficiales como en la literatura científica en torno a la profesión docente; sin embargo, son pocos los esfuerzos sistemáticos para abordarla. Pareciera ser algo que no se ha de perder de vista; sin embargo, no se trata como un objeto de investigación ni como un objeto de intervención.

Pese a las numerosas alusiones a la necesidad de realizar investigación, y en particular reflexión, en torno a las propias prácticas de los profesores, éstos parecen seguir siendo más bien sujetos de investigación que investigadores de su quehacer, desvirtuándose a menudo lo que se entiende por investigación acción; todo lo cual apunta a una concepción más técnica del trabajo docente, que genuinamente profesional.

Por otra parte, hay una suerte de escisión entre el abordaje de temáticas asociadas a logros de rendimiento escolar y temáticas que tienen como foco la reflexión. Quizás pese en esta dicotomización una cierta vinculación de la reflexividad con la especulación o la divagación; lo cual desvaloriza la potencialidad del reflexionar y lo contrapone a lo que parece más preciso, necesario, práctico y mensurable, como sería el caso de lo que se relaciona muy directamente con rendimiento escolar.

Para superar esa visión, mi postura es la siguiente: la reflexión no puede estar exenta de contenidos. Siempre se reflexiona algo acerca de algo. Todo proceso reflexivo tiene un foco. La reflexión de los docentes, consecuentemente, puede tener como foco las propias prácticas; pero no las prácticas en abstracto o en general. Es necesario precisar focos específicos. Además, los procesos reflexivos que realizan los profesionales, en cuanto tales, deberían tener propósitos (¿qué se esperaría como resultado de la reflexión?); por lo que cabría esperar que junto con acotar los focos u objetos de reflexión, también se requeriría precisar los propósitos correspondientes.

Putnam y Borko (1997), siguiendo a Shulman (1987, identifican tres ámbitos en que los profesores pueden generar conocimiento profesional, los cuales bien podrían ser los focos, aún muy en general, sobre los cuales reflexionar:
  1. el conocimiento pedagógico general,
  2. el contenido y
  3. la didáctica del contenido.

Si los profesores reflexionaran sobre aspectos específicos de estos grandes temas, sin duda estarían incrementando su conocimiento profesional, ampliando su autonomía, contribuyendo a su profesionalidad y potenciando sus recursos para mejorar su quehacer.

De ser así, ¿por qué no vincular, entonces, sus procesos reflexivos con propósitos relacionados con la evaluación – más precisamente, la autoevaluación - del desempeño docente?. No me cabe duda, que de esta manera, no sólo los profesores estarían en mejores condiciones para someterse a los procesos evaluativos del desempeño que se realizan oficialmente, sino además podrían mejorar su quehacer, otorgándole mayor sentido, desmitificando los procesos de evaluación y teniendo una actitud más favorable hacia ellos.

Abufom, Alejandro - Aportes para una pedagogía basada en la ampliación de la conciencia (Borrador)


Abufom Heresi, Alejandro
abufom@gmail.com


“No se puede conocer la conciencia sino en sí mismo.
Pero para conocerla es necesario tenerla.
Se puede pensar, actuar, sentir, sin estar conciente...
El gran obstáculo para la mayoría de los hombres
es creer que ya poseen una conciencia de sí
y de poseer todo lo que acompaña a esto”.

G. I. Gurdjieff en “Fragmentos de una enseñanza desconocida”.


Resumen:

Asistimos a una contracción generalizada de la conciencia individual y colectiva. La conciencia –entendida como una función dinámica y primordial del ser, conductora del quehacer humano- se ha ido paulatinamente reduciendo y atrofiando en la mayoría de las personas, limitando brutalmente las posibilidades humanas y conduciendo a nuestras sociedades a una ceguera casi institucionalizada, con los resultados desastrosos que están a la vista de cualquier observador atento: violencia desatada (y aceptada), consumismo desenfrenado (y provocado), disminución del pensamiento crítico, destrucción del medio ambiente y un colapso global –social,económico, político- que amenaza con hacer realidad nuestras peores pesadillas.

En estas propuestas se pretende mostrar como el trabajo sobre la conciencia es posible y –más aun imprescindible- para un desarrollo armónico de los seres humanos. Se mostrará como el trabajo sobre la conciencia abre la puerta a insospechadas posibilidades de desarrollo emocional, intelectual, relacional y espiritual, permitiéndonos –por ejemplo- tomar un contacto más exacto con la realidad.

Se mostrará como es posible aplicar técnicas de ampliación de la conciencia en un programa de formación de maestros, de forma de recuperar un cúmulo de capacidades latentes en los estudiantes, hoy recubiertas por un velo de indiferencia, resignación y pesimismo.

1. Las citas

ESTAR CONSCIENTE

“Llegar a ser lo que somos es estar conscientes de nosotros mis¬mos en este momento. El cambio es una función que no con¬siste en hacernos diferentes de lo que somos ni en resistir nuestros impulsos. Se origina cuando somos completamente nosotros. Las cosas cambian al ser descubiertas. Al traer a nuestra conciencia aquello que constituye nuestra existencia en ese momento de nuestras vidas, hacemos posible el cambio. Nuestro proceso de vivir es de cambio y desarrollo continuos. Para ser parte de este proceso se requiere conciencia de nos¬otros mismos y contacto con todos los momentos presentes de nuestra existencia. Si estamos despiertos y alerta podemos desarrollarnos y cambiar. Si nos volvemos conscientes de que parecemos incapaces de encontrar una solución adecuada, esa conciencia también es necesaria para que podamos avanzar hacia la resolución evasiva de nuestras dificultades. La con¬ciencia de sentirse sin salida, si es una conciencia total acarrea la nueva solución” (Joel Latner).

EL LIMITE ES LO QUE NO VEMOS

“El alcance de lo que pensamos y hacemos está limitado por aquello de lo que no nos damos cuenta. Y, debido a que no nos damos cuenta de que no nos damos cuenta, hay poco que podamos hacer para cambiar; hasta que nos demos cuenta de que el no darnos cuenta moldea nuestros pensamientos y acciones” (Ronald Laing)

LA TAZA LLENA

Nan-in, maestro japonés durante la era Meiji (1868-1912), recibió a un profesor de la universidad que vino a preguntarle sobre el Zen.
Nan-in sirvió té. Llenó la taza de su visitante y todavía siguió derramando té.

El profesor se quedó mirando cómo rebosaba la taza, hasta que ya no pudo contenerse:

-Ya está lleno. No cabe más.

-Como esta taza -dijo Nan-in-, usted está lleno de sus propias opiniones y especulaciones. ¿Cómo voy a poder enseñarle Zen a no ser que antes vacíe su taza?

2. ¿Qué es la conciencia?

En la acepción más generalizada, se asocia la conciencia con la imagen del personaje “Pepe Grillo”de Walt Disney, algo así como una vocecita interior que nos recuerda lo que es bueno o malo: un referente ético para nuestros actos cotidianos. Se la considera, también, la última frontera del ser humano, aquélla zona intocable que dirige, en última instancia, la vida de los hombres y desde donde surgirían todos los deberes. Esta noción define a la conciencia como un contenido de valores morales el que, a su vez, variará dependiendo de la cultura en que se halle inmerso cada individuo. Así, por ejemplo, para los cristianos el origen de los contenidos (valores morales) será divino y, por lo tanto, inmutable. La labor del hombre cristiano será entonces descubrir dentro de sí esos valores y ser consecuente con ellos a través de su conducta.

Para el mundo científico y filosófico el origen de estos contenidos es variado, pero mayoritariamente se acepta la idea de que los contenidos de la conciencia no son inherentes al hombre, sino que se forman a través del conocimiento. La idea de que la conciencia es un cúmulo de contenidos que se “establecen” de alguna manera en el individuo y que permanecen inmutables, ya que estarían compuestos por valores no modificables, nos hace ver a la conciencia como estática e inmóvil, sin cambios en el tiempo y a la cual no tendríamos acceso.

Sin embargo, desde los años 50, especialmente influído por el pensamiento oriental, en occidente se comenzó a considerar el estudio de la conciencia en sí misma, y a considerarla como un proceso dinámico y con características muy particulares y propias.

El considerar a la conciencia como un proceso cambiante y susceptible de ser modificado ha abierto nuevos caminos para el estudio del fenómeno humano. De estas dimensiones es precisamente de lo que trataremos en esta propuesta y de la posibilidad de acceder a ellas intencionalmente.

En occidente, las psicologías han mantenido diferentes posiciones, que van desde el conductismo que prefiere ignorarla (dadas las dificultades que plantea su investigación objetiva), hasta los enfoques psicodinámicos y humanistas, que la reconocen pero que generalmente prestan más atención a los contenidos que a la conciencia per se, como contexto de todas las experiencias.

De acuerdo a la sabiduría oriental y en lo que en occidente Huxley llamó la "Filosofía Perennis", una doctrina universal referente a la naturaleza humana que estaría subyacente en toda su historia), el ser humano tiene un rango mucho más amplio de estados de conciencia que los habituales y, además, posee una tendencia natural hacia estados más amplios o superiores. De esta manera el presente trabajo asume que el estado habitual, llamado de "vigilia", es sólo uno de muchos estados posibles.

Esto se traducirá en que existirán también otras posibilidades de percepción que alimenten dichos estados. Estos estados superiores implicarán una manera más amplia de conocer. Estas posibilidades distintas de conocer ampliarán el espacio perceptivo de manera que:

a) no se limita a los sentidos "ordinarios" (visión, tacto, audición, etc.)

b) establecen una nueva visión del mundo, al modificar estructuras mentales, como la dualidad sujeto-objeto o las nociones de tiempo y espacio, por ejemplo.

Bajo esta perpectiva, esta propuesta pretende mostrar un mapa de los distintos estados de conciencia y su aplicación concreta, como posibilidad que expanda la constreñida visión que tenemos del mundo y de nosotros mismos. Creemos que esta expansión de la conciencia es un proceso naturalmente humano, pero que requiere –hoy con urgencia- de un trabajo sobrenatural, es decir, provocarlo y acelerarlo en los estudiantes.

3. ¿Es posible desarrollar la conciencia?

LAS DIMENSIONES DE LA CONCIENCIA

A. Dimensión Existencial. La conciencia considerada como vivencia interior, como lo más íntimo del individuo; aquél núcleo inalcanzable (por los demás) y que le da al ser humano su sello existencial y único.

B. Dimensión Relacional. La conciencia, como dimensión central del individuo, establecerá lo que podemos llamar una actitud para relacionarse consigo mismo y con el medio. Aquí veremos las manifestaciones concretas del individuo, hablaremos de “positivo” y “negativo” y de “conciencia colectiva” y “conciencia individual”.

C. Dimensión Espacial. La conciencia, con asiento en un organismo como el nuestro, estará determinada -en su proceso y funcionamiento- a una estructura biológica con leyes propias. Esta determinación estructural permite considerar a la conciencia como a) contexto (analizando la biología y su funcionamiento) y b) contenido (analizando el origen de los componentes que esa biología maneja).

D. Dimensión Temporal. La conciencia como proceso evolutivo inherente e inevitable, propio de la condición humana. Desde esta óptica, surgen los “estados de conciencia”.

Solamente para efectos didácticos, analizaremos primero la Dimensión Relacional, la que nos permitirá contextualizar socialmente la noción de conciencia y visualizar rápidamente sus aplicaciones a la vida cotidiana.

b. LA DIMENSIÓN RELACIONAL

Conciencia positiva y conciencia negativa.

Habitualmente se da a las palabras positivo y negativo una acepción similar a la de bueno y malo, deseable e indeseable, adelanto y retroceso. Nosotros las utilizaremos para ayudarnos a comprender el complejo proceso de los estados de conciencia. Positivo y negativo reflejan dos actitudes interiores diferentes que determinarán, también, dos relaciones distintas entre uno y los demás, las cosas, las metas.

El esfuerzo positivo es la aplicación de la fuerza -física, mental- sobre un punto determinado, para obtener un resultado deseado. Sirve para adquirir conocimientos y recordarlos, acumular bienes, desarrollarse psíquica y mentalmente, hacer amistades, etc.

Es la expresión de la voluntad personal que le permite al hombre conquistar el medio. El esfuerzo positivo ha servido para dominar la naturaleza, prolongar la vida, transitar por la tierra y el espacio.

Este esfuerzo positivo sostenido durante miles de años dió como resultado una conciencia positiva, que significa una visión del mundo que privilegia el control, la dominación, la cuantificación y la separatividad. Además, la noción de desarrollo y bienestar para la humanidad ha estado marcada por la idea del CRECIMIENTO. Consecuentemente, la finalidad del ser humano dentro de esta concepción que incluye, por supuesto, la imagen de sí mismo, es la de tener más. Crecimiento es igual a tener más. Más inteligencia, más bienes, más poderes, más imaginación. “Enriquecimiento, en los términos positivos, significa adelanto. Tener más es su manera de ser más. Perder, entonces, sería ser menos” (Wagemberg, 1972)

Así tenemos, entonces, una noción de desarrollo y evolución humana basados en la posesión de multiples atributos. Pero esta actitud interior positiva produce la identificación del ser con sus atributos y lo determina en ellos. Al estar determinado, identificado totalmente, el hombre solo sabe vivir haciendo. Para él, vivir es hacer: hacer algo para obtener algo. Pero la experiencia indica que el hacer, el esfuerzo positivo, no otorga necesariamente mayor felicidad, plenitud o claridad existencial. El hombre moderno, agobiado en su lucha del hacer y de posesión frenética, sigue enfrentándose a la angustia cotidiana, a la soledad, la confusión y la insatisfacción. Y se pregunta: “¿Qué tengo que hacer?”. Dice Jorge Waxemberg: “...Cuando el hombre determina su vida en actos, la asimila a una sucesión de acciones. El se reduce como ser, limitándose en acciones que son sólo una expresión de sus atributos, pero no son su ser. (...)Si bien sabe que el hombre siente y piensa, su visión de los hombres es, fundamentalmente, la de gente que hace algo. La determinación del ser implica en el una reducción de su conciencia.

Cuando un hombre se determina dentro de un sistema de creencias o de ideas, no tiene conciencia de su pensamiento propio. Cuando se expresa, no se expresa el; lo hace el sistema de ideas o creencias a través de él, que sólo opera como un agente.... Obviamente, aunque se determine en actos, no deja de pensar y de sentir, pero todas sus expresiones, incluso su sentir y su pensar, son funciones de su determinación fundamental. Ante cualquier situación su reacción es: “¿Qué tengo que hacer?”. Es decir, su expresión es siempre operativa.

En el estado de conciencia positivo el hombre desarrolló su personalidad y se determinó en ella. Desarrolló su voluntad y estructuró su vida dentro de un sistema de pares de opuestos. Desarrolló también su mente racional, para separar, conocer y clasificar. Ha logrado desarrollar tecnología y sistemas de administración que le permiten controlar casi totalmente su medio, pero no ha logrado hacer que la vida real, la vida de los sentimientos, la vida de las relaciones con los demás, la vida interior que lo determina en el sufrimiento permanente, sea mejor y más plena. Y no lo ha logrado precisamente porque está determinado en un estado de conciencia limitado. Son sus mismas estructuras internas las que lo limitan.

Para poder avanzar en su evolución es necesario que el mismo logre expandir su estado de conciencia, accediendo a niveles más amplios, que son los que exploramos en este trabajo.

La expansión de los estados de conciencia requiere de un cambio de actitud interior: pasar de la conciencia positiva a una conciencia negativa, ya que es imposible adentrarse en niveles más profundos con la idea de poseerlos, de controlarlos o de cuantificarlos. A esto se refiere el término negativo. De allí, por ejemplo, estriba la dificultad para referirse a ellos: porque no se poseen, no se acumulan ni se archivan, sólo se experiencian, sólo se viven. Desde esta perspectiva negativa, la noción de crecimiento no es cuantitativa sino cualitativa, es una transformación.

De esta manera, el acceso a otros niveles de conciencia, se constituye en un desenvolvimiento, una transformación cualitativa de las estructuras internas y de los condicionamientos personales. Hablamos de la actitud negativa porque la realización de un determinado campo de posibilidades puede verse como la porción ascendente, de una línea que siempre termina en un descenso. Y...”el esfuerzo positivo, que permitió la realización de las posibilidades en la porción ascendente, debe trocarse en un estado interior negativo, en la cima de la línea de crecimiento (o expansión). De esta manera las conquistas se integran substancialmente al ser y éste tiene la libertad necesaria para descubrir y realizar un nuevo campo que, en ese momento, representa sus posibilidades reales” (Waxemberg, 1972).

El desenvolvimiento entonces, puede verse como el proceso expansivo que realiza el individuo de un estado de conciencia restringido, (el nivel de la persona de Ken Wilber), a niveles mucho más amplios, pero no en términos de crecimiento o acumulación de saber y poder, sino más bien como una experiencia progresiva y desapegada en que el ser va modificándose cualitativamente, transformando incesantemente su visión de la realidad.

Conciencia colectiva y conciencia individual.

Socialmente, existe una conciencia colectiva que es compartida por la mayoría de los individuos de la sociedad. Tiene la característica de que es similar en sus alcances y manifestaciones concretas en la vida cotidiana. Se trata de grandes sectores humanos del planeta que comparten una determinada manera de relación con la realidad. El qué tipo de relación se tiene no nos importa por el momento; lo que queremos destacar es el fenómeno de la asimilación colectiva a determinadas formas mentales, la adecuación y aceptación a un tipo de conciencia. Pareciera ser que, tanto los mecanismos, sus contenidos y sus consecuencias prácticas, fueran similares y repetidos reiterativamente.

Esta conciencia colectiva puede verse claramente ilustrada en programas de T.V. tipo “Sabados Gigantes”, el cual tiene la peculiaridad de identificar a millones de seres, actualizando un determinado tipo de conciencia y –por ejemplo- detonando respuestas condicionadas similares. Lo mismo puede observarse en la actividad publicitaria o proagandística.

Hemos definido a la conciencia como un contexto, como una forma, como una determinada configuración de procesos psicológicos, que generarán una determinada relación con la realidad. Esta configuración, como fenómeno masivo compartido, es lo que llamamos conciencia colectiva.

Una de sus características, además de la uniformización, es la no-conciencia de poseerla y una aceptación pasiva de ella y sus efectos. Ejemplos de ella sobran: las campañas publicitarias, las ideologías, los fanatismos religiosos, las barras “bravas” del fútbol, los ejércitos, etc... El ejemplo más claro y dramático de este tipo de conciencia lo constituyó el Nacionalsocialismo, como muestra de la disolución individual en favor de una especie de “cuerpo” masivo que, aparentemente, estaría supliendo carencias básicas del ser individual. Así lo relata Morris Berman en “Cuerpo y Espíritu” (1989), al citar las prácticas en los campos de entrenamiento de la Juventud Hitleriana: “Mediante los ritmos pulsantes de las columnas en marcha y el canto unificado de himnos nazis repetidos incesamente, cada niño o niña era iniciado en la experiencia colectiva que disolvía su individualidad y lo fundía en una unidad con sus camaradas”.

Esta conciencia colectiva correspondería a los niveles más básicos del desarrollo de la misma. Es necesario destacar que este nivel de conciencia no está asociado con el nivel de inteligencia (en el término corriente de poseer alta capacidad de procesar datos, resolver problemas, o elucubrar teorías). De hecho grandes dictadores, pensadores o asesinos, poseen una reconocida “gran inteligencia”, pero su comportamiento real y su relación con el medio y los demás denotan que su nivel de conciencia es aún muy incipiente. Están en lo que G.I.Gurdjieff llamaba “conciencia lúcida o estado de vigilia” en el cual (...)los hombres pasan la mitad de su vida, (la otra mitad durmiendo) y en la cual caminan por las calles, hablan de cosas sublimes, escriben libros, participan en política, se matan los unos a los otros...

Para hablar de conciencia individual, tendremos primero que aceptar la posibilidad de que el hombre posee la capacidad latente de darse cuenta de que está inserto en una conciencia colectiva.

La conciencia individual surge cuando la persona deja de identificarse con lo colectivo, paso doloroso y difícil, ya que esta identificación se apoya generalmente en la necesidad de encontrar allí, las motivaciones y los sentidos para la propia existencia. Al dejar de identificarse, la persona queda en un vacío temporal difícil de asumir, pero que la mayoría de las escuelas de desarrollo consideran indispensable para llegar a la madurez. En Terapia Gestáltica se le suele llamar el “vacío fértil o creativo”, ya que a partir de esta toma de conciencia de la identificación, surgirán el desarrollo de una conciencia autónoma y las motivaciones genuinas del individuo.

Conciencia individual no significa obligadamente una conciencia “separada”, a la que alude Morrris Berman, refiriéndose a la diferencia entre el paradigma medieval y el cartesiano, sino que lo individual está asociado al reconocimiento de la propia existencia como distinta, con autonomía psíquica y con posibilidades de desarrollo únicas y particulares con la libertad para identificarse o no, con lo que se desee.

Calvo, Carlos - El educando como peregrino de la ignorancia (Borrador)

Calvo Muñoz, Carlos
carlosmcalvom@gmail.com


En este artículo, que se va gestando lentamente, sin prisa, pero con entusiasmo lúdico, bosquejo como entiendo que debe encauzarse la formación de quien estudia para ser profesor.



Perigrinaje educativo (parte 1)

Esperamos que en el primer año el estudiante de Pedagogía se forme como monitor de educación popular, complejizando sus saberes a lo largo de los años para llegar a ser profesor o, mejor, educador.

Si la infancia, sin duda el período más intenso en el aprendizaje del ser humano, transcurre más caótica que ordenadamente, gracias a lo cual el pequeño imita sin rubor, juega sin temor, balbucea y habla sin vergüenza, yerra sin afectarse, entonces podemos prestar atención a sus procesos para contrastarlos con las actividades de aprendizaje de los escolares y universitarios, que difieren profundamente.

A diferencia del aprendizaje infantil, el de los escolares nos parece torpe, restringido y sin creatividad. Aprender pareciera ser una actividad que atenta contra la naturaleza misma del joven, cuando en el niño vemos como propende a aprender porque no sabe que no puede hacerlo o que sea difícil. Simplemente, no le importan las dificultades. Cuando lo superan, las deja de lado, para volver sobre ellas más adelante cuando esté preparado. En cambio, la mayoría de los jóvenes han crecido convencidos que no pueden aprender y que son malos estudiantes. Los fracasos se explican atribuyendo a los estudiantes las culpa sin analizar siquiera si el enfoque está paradigmáticamente errado.

La vida universitaria, y con ella la formación inicial de los profesores, sigue el modelo escolar donde la importancia del orden en todos los planos no se discute, al mismo tiempo que se toman todas las medidas posibles para evitar el peligro que acecha el caos emergente, presente en toda situación. El caos es como el demonio que tienta a la menor señal de debilidad.

Se establecen criterios que se supone garantizarán que los procesos de aprendizaje siguen los canales normativos, olvidando que el caos tiende al orden de manera inevitable y determinista, si es que se le deja fluir. Por ello es que, lo primero debe ser la confianza en que el caos no perjudica sino que favorece los procesos de formación.

En este sentido considero que la formación profesional del profesor y profesora debe atender a la naturaleza del aprendizaje que se resuelve en una tensión sin fin entre orden y caos y entre caos y orden. El niño nos enseña que si hay orden, desordena, y si hay caos, ordena.

Compromiso (parte 2)

En este sentido, propongo que el estudiante de primer año de pedagogía sea enviado a trabajar a un sector poblacional urbano marginal o rural desde el primer día de clases para hacerse cargo de su estudio, estableciendo una suerte de “cuadrante educacional”, donde será responsable de optimizar el nivel educacional de los miembros de la comunidad. Para ello, deberá investigarla a profundidad.

Irá sin pauta preestablecida, con la única indicación que deberá preguntarse sobre lo visible e invisible para iniciar un proceso de indagación de respuestas provisionales sobre el vivir e historia comunitaria. El objetivo es que se asombre del vivir cotidiano desde su ignorancia, dejando de lado los prejuicios y estereotipos que conforman su estar en y con el mundo. De hecho, es altamente probable que no sepa qué hacer y ni siquiera podrá aparentar saberlo.

Aprenderá que es un peregrino de la ignorancia, que construye su saber pedagógico en la medida que explora lúdicamente el territorio ignoto. Se extraviará muchas veces, pero no le preocupará, pues disfruta con la aventura del desafío. A ratos estará perdido y se angustiará; entonces, deberá aprender a orientarse, para lo cual elaborará criterios orientadores. En otros momentos, disfrutará de no saber dónde se haya, pues estará feliz por la emoción que lo sobrecoge. Lo que vivencia nunca lo encontrará en los libros, excepto ciertas insinuaciones en algunas novelas y cuentos, que podría comenzar a leer con gozo como parte de su formación profesional.

Si su estar en y con el mundo lo asumía neutral, las vivencias encarnadas lo irán posicionando políticamente, no de manera partidista, sino como sujeto comprometido con el proceso educativo de las personas, independiente de la edad, género y etnia. Sin querer queriendo mudará su manera de ser pudiendo llegar a afirmar con Paulo Freire que es sustantivamente político y solo adjetivamente pedagogo.

El compromiso asumido lo transformará de manera sutil e indeleble. Irá a la Universidad con preguntas, que inquietarán a sus profesores, quienes le ayudarán a encontrar referencias teóricas y metodológicas que lo orientarán y, muchas veces, confundirán en la construcción de su saber incipiente. De este modo, construirá un marco teórico propio a partir de sus propias observaciones. Desde ese marco, deberá leer la literatura ad hoc para dialogar desde su práctica y no desde la de los autores y profesores cuya autoridad escolar inhibe su creación.

Volverá a la comunidad con nuevos interrogantes y con materiales didácticos que haya desarrollado en talleres específicos. La Universidad y la comunidad crearán una circularidad virtuosa, donde ambas serán causa y efecto de la otra. Se volverán educativa y políticamente complementarias.

Indagación participativa (parte 3)

Sin saberlo, pero sospechándolo íntimamente, se volverá investigador. La curiosidad le impulsará a indagar participativamente la complejidad educativa de la comunidad, para lo cual deberá inventar los procedimientos adecuados, los que elicitará desde su propia historia. Probablemente la ignorancia no le frenará, sino que lo impulsara a continuar.

Lo primero será el diálogo íntimo con su propia historia; sin embargo, muchos estudiantes no valoran este requerimiento y lo menosprecias saltándoselos, creyendo que es innecesario porque creen que investigar consiste en el uso de técnicas.

Dependiendo de la autonomía que manifieste, sus profesores le guiarán para descubrir senderos investigativos que le permitan avanzar descubriendo, sistematizando y estableciendo relaciones inéditas con los contenidos formales de su estudio. Para hacerlo, le ayudará mapear la comunidad con distintos gráficos y representaciones que darán cuenta de la rica complejidad social y humana de ella.

Entre los aspectos a considerar se pueden mencionar los siguientes: urbanísticos (tipo de casas, plazas, etc.), sociales (lugares y tiempos de encuentro, centros recreativos, almacenes, organizaciones comunitarias, ONGs, etc.), lúdicos (tipos de entretención, actividades recreativas personales y grupales, etc.), artístico (musicales: grupos raperos, hiphoperos; pintura: murales, graffiteros; escultura; etc.), escolares (instituciones educativas, grados de escolaridad, educación de adultos, etc.), educativos (inquietudes, conversaciones frecuentes, relaciones interpersonales, etc.), político (tipo de participación ciudadana, solución de problemas, etc.), histórico: historia local de la comunidad, actores y actrices sociales), culturales: relaciones inter y transgeneracionales, creación artística), participación (cívica, problemas sociales, etc.), ético (valoraciones personales, sociales, etc.), etc.

Para hacerlo deberá consultar con especialistas en cada una de las áreas: urbanistas, sociólogos, educadores, artistas, abogados, arquitectos, etc. Esto es fundamental pues coadyuvará a sembrar en ellos el germen del trabajo transdisciplinario, al tiempo que descubrirá con asombro que cada disciplina y profesión tiene una vocabulario propio y específico que tendrá que aprender relativamente bien.

A lo largo de la indagación participativa podrán llenar la matriz de necesidades y satisfactores, elaborada por Manfred Max-Neef, Antonio Elizalde y Martín Hopenhaym en “Desarrollo a Escala Humana”, para lo cual deberán investigar el tipo de satisfactor que usan para satisfacer sus necesidades.

Esto le ayudará a conocer la historia local, a sus actores, tensiones y conflictos, así cómo las consecuencias de sus acciones. Gracias a ello aprenderá a justipreciar su valora y a suponer sus efectos políticos y a disoñar, diseñando sus sueños, nuevas consecuencias educacionales y políticas.

Incertidumbre (parte 4)

Para hacerlo iniciará su proceso de formación profesional que lo llevará a estudiar las causas que desencadenan los efectos que ha comenzado a conocer, su impacto y consecuencias, remediables o no, en muchos aspectos de la vida comunitaria. Tendrá que establecer criterios para discriminar entre diversos y posibles puntos de partida, de tránsito y de llegada relativa, a partir de los cuales recomenzará el proceso.

Le asombrará que el curso de los acontecimientos no sigue los dictados lógicos que puede haber supuesto, sino que se alteran por la incidencia de infinitas influencias sutiles, donde la subjetividad y la intersubjetividad de los actores hace caer a la mayoría de las previsiones que se han hecho. Descubre que ningún proceso es lineal ni secuencial, tampoco coherente ni consistente, sino que cambia por la emergencia autoorganizada de
un nuevo orden, que germina tímidamente desde el caos.

Esto le hará equivocarse muchas veces, por lo que deberá volver atrás y revisar qué pasó: si fue impulsivo y no consideró las variables; si su análisis fue parcial y sesgó su mirada; si supuso que todos los participantes actuarían al unísono, etc.

Gradualmente, pero de manera consistente, aprenderá a evitar el ensayo y el error como estrategia de aprendizaje, para sustituirlo por la exploración sistemática. Cuando aprender a usarla permanentemente crecerá su autoconfianza en su capacidad para hacer y en que no será castigado por equivocarse.

De este modo, se le hará vivir un proceso fascinante porque se ejercitará en valorar adecuadamente la sutil diferencia que existe entre la tentación a tantear si algo resulta sin haberlo analizado de la intuición, el insight, la tincada.

En el caso de la tentación del “ensayo y el error” se manifiesta la disfuncionalidad cognitiva causada por la impulsividad y la falta de información relevante, significativa y trascendente, mientras que con la tincada nos encontramos con la expresión del procesamiento inconsciente de la información, que podría haber encontrado una solución divergente a un asunto de solución compleja. Resolver entre ambas no es fácil ni sencillo, pero debe ser cultivado con entusiasmo y rigurosidad a lo largo de su formación profesional.

A la intuición no hay que excluirla del proceso de formación profesional, sino que se deben hacer los esfuerzos para aprender a usarla de manera consistente, especialmente a través de situaciones donde el aprendiente deba tomar decisiones en situaciones de incertidumbre y no tenga tiempo para analizar reflexivamente. Puede que vacile por el desasosiego que le produce la situación cuya complejidad se ha transformado en una complicación, aparentemente inmanejable. Para salir adelante deberá buscar criterios sustentadores, tanto en su experiencia incipiente como en las referencias teóricas que está aprendiendo. Establecerá relaciones inéditas que le sorprenderán, pero que posiblemente no las comprenda. Es altamente probable que no posea el vocabulario para dar cuenta de ella ni de sus implicaciones. Comprobará que el lenguaje diario es inadecuado cuando se trata de ser preciso y exacto. Comprenderá que necesita usar el vocabulario adecuado y especifico a la situación; si no lo hace caerá en un barril sin fondo pletórico de ambigüedad y equivocidad, que lo confundirá, no por razones de descubrimiento, sino por incompetencia. Sutilmente anhelará poseer un vocabulario mejor, más expresivo y preciso. Así habremos alcanzado un logro difícil.

La incertidumbre no viene sola, sino acompañada de la ambigüedad y la contradicción. Si bien, puede explicar muchas situaciones de manera clara y coherente, pronto descubrirá que no todo es coherente como quiere el pensamiento cartesiano. La ambigüedad se le impone de manera diferente como cuando no tenía responsabilidad ante lo indeterminado, el doble sentido, los juegos de palabra, etc. Con frecuencia la realidad se le vuelve borrosa. Se preguntará qué y como hacer en esas situaciones. Conocerá las limitaciones del razonamiento dicotómico, que excluye lo que queda entre medio de dos extremos. Se encontrará con la lógica aymara trivalente - lógica borrosa-, que atribuye valor paradigmático a la incertidumbre al incorporarla al la vida cotidiana, tal como nosotros valoramos la dicotomía.

Lógica borrosa (parte 5)

Para los aymaras es difícil decidirse por uno de los extremos de cualquier dicotomía. Por ejemplo, ante la pregunta; ¿vendrá o faltará nuestro amigo a la reunión, a pesar de su intención de asistir?, un aymara responderá que talvez venga, pero que es posible que falte porque no se sabe si algún inconveniente no previsto se lo impedirá. Un chileno afirmará que el invitado estará en la reunión, aunque posiblemente no explicite que talvez no asista si algo le ocurre.

Aparentemente las dos argumentaciones son iguales. Sin embargo, no es así. Los aymaras organizan sus actividades aceptando que podrá haber faltas y, si alguien no llega, se asume que es por fuerza mayor. Los chilenos ajustamos nuestra acción a la suposición de que todos asistirán a la reunión; si alguien no llega consideramos que es falta de respeto y de urbanidad.

Esto es extraño para nosotros que asumimos que las cosas ocurrirán tal como las planificamos, sin importarnos las centenares de veces en que lo planificado no ha resultado por imprevistos sorpresivos e impertinentes. Este patrón se encuentra tan arraigado en nuestra cultura que no lo cuestionamos, aunque nos molesten sus ocurrencias y eche por tierra lo que hemos planificado.

Conviene aclarar que planificar es necesario, pero a condición que no se olvide que es dependiente de emergencias sutiles que pueden alterarla en menor o mayor grado. Da la impresión que la Ley de Murphy: “si algo tiene la posibilidad de salir mal, saldrá mal” se aplique como si fuera una ley causal inevitable.

En ambos casos, la inasistencia puede incomodar; sin embargo, para los aymaras la ausencia es paradigmáticamente previsible; en cambio, entre nosotros se trata más del incumplimiento de norma de convivencia social que de una situación existencial.

Estos rasgos culturales no deben inducir una actitud pesimista en el estudiante, pues solo pretenden advertirle sobre los alcances educativos y escolares que encierra la lógica dicotómica y la borrosa. Igualmente, deseamos que aprenda que la lógica dicotómica no garantiza la ejecución de un proyecto sin problemas. Igualmente, esperamos que repare en que la lógica borrosa no favorece el incumplimiento ni la anarquía, sino solo da cuenta del hecho que no es posible anticipar con exactitud el curso de un acontecimiento, sino solo la tendencia más probable de su ocurrencia, pero sujeto a alteraciones emergentes.

En este sentido, el conocimiento de la lógica borrosa le ayudará a comprender que el proceso de aprendizaje se da a lo largo de un devenir espacio temporal más caótico que ordenado.

La aceptación de esta perspectiva le generará satisfacciones educativas, al mismo tiempo que molestias escolares, dado que a la organización escolar le resulta muy difícil aceptar la lógica borrosa, entre otras razones, porque se halla muy cómoda con la lógica dicotómica. Gracias a ella, se puede distribuir a los estudiantes en buenos, mediocres y malos alumnos, según el rendimiento académico alcanzado. No importa si la escala de calificación vaya del 1 al 7, ó del 1 al 10, o contenga letras, pues igualmente encasilla en función de una objetividad pretendida. De este modo, resulta fácil confundir la funcionalidad del criterio calificador con la veracidad que debería contener.

Si bien, esto es comprensible, no es aceptable, pues conlleva discriminaciones serias y profundas. Por ejemplo, ¿cuál es la diferencia significativa entre el que aprueba y el que reprueba con la nota mínima?. Si bien se puede justificar los criterios, también es verdad que los límites entre reprobar o aprobar serán difusos y ambiguos, es decir, borrosos.

Es importante recordar que si se cambian los parámetros los resultados pueden ser levemente diferentes e incluso invertirse, especialmente para quienes se encuentren en los límites, pero no para los que están en los extremos.

Desde una perspectiva educacional esto significa que la seguridad de la lógica dicotómica se diluye en los límites fronterizos. Este es muy serio, en tanto cuanto el efecto pigmalión, la profecía autocumplida, las rotulaciones, en general, todo tipo de discriminaciones, encuentran en ella el caldo de cultivo para conseguir la veracidad engañosa.

Relación paradojal entre el saber y la ignorancia (parte 6)

Afortunadamente la lógica borrosa permite aceptar el dinamismo y contradicciones del aprendizaje. De hecho, un estudiante nunca sabe de manera conclusiva qué es lo que ha aprendido y qué ha comenzado a ignorar. La razón de fondo es epistemológica y no metodológica ni evaluativa. Es epistemológica porque nadie sabe definitivamente todo lo que estudia, ya que el saber y la ignorancia se expresan a través de una tensión paradojal entre ambos. Esto significa que el aprendiente está aprendiendo, a lo largo de un proceso que puede ir del saber a la ignorancia o de ella al saber. Da lo mismo el punto de partida, excepto que logre atrapar en la magia del aprender al estudiante.

Saber e ignorar corresponde a procesos relacionales entre relaciones. La diferencia entre ellas no es la verdad absoluta, por definición inalcanzable, sino el modo como el estudiante accede y maneja la información. Si se trata del saber, el estudiante puede apoyarse temporalmente en el; si se trata de la ignorancia, el aprendiente buscará preguntar para poder orientarse.

En esta relación, el saber es más riesgoso porque se apoya en las respuestas que se existen; por el contrario, la ignorancia es menos peligrosa porque descansa en preguntas e hipótesis.

Desafortunadamente, en la escuela se invierte la relación: la precariedad del saber se transforma en certezas, mientras que el estímulo de las preguntas se inhibe por no poder aventurarse en el descubrimiento de lo nuevo e ignoto. Afortunadamente, nuestros estudiantes estarán en la comunidad construyendo preguntas. Alí estará sabiendo e ignorando.

En su navegar las orillas son como el horizonte que nunca se alcanza, pero que siempre nos muestra hacia dónde continuar.

Asumo que los procesos educativos se organizan borrosamente, mientras que los procesos escolares se ordenan según criterios lógicos dicotómicos. Esto no hay que entenderlo de manera excluyente, sino solo como la predominancia epistemológica de uno sobre el otro.

La extrapolación del ejemplo a los procesos de formación de nuestros estudiantes, nos permite bosquejar dos escenarios de formación inicial de los profesores cualitativamente diferentes, por lo que no será lo mismo participar en uno de orientación educacional que en otro de enfoque escolar.

En el momento en que el estudiante se integra a una comunidad, asumiendo responsabilidades ante ella y con ella, si el proceso de formación es educativo, se situará en un contexto borroso, donde todo parece ambiguo porque nada está totalmente definido a priori. El aprendiente se encontrara con que no sabe qué es lo que debe hacer de manera específica, excepto que tiene que conocer a la comunidad, sin más guía que su experiencia, sus escasos conocimientos y su capacidad reflexiva, pues no se le entregarán ex profeso bibliografía orientadora. No dudo que el estudiante se encontrará ante una entelequia inasible y le costará mucho descubrir a la comunidad histórica que late invisible ante su mirada desconcertada.

Por el contrario, si el proceso de formación es escolar, el estudiante recibirá un programa y un plan de trabajo, bien acotado, con pasos a seguir y bibliografía para consultar. Allí encontrará qué hacer, cómo llevarlo a cabo, con qué recursos, para qué, etc. No se encontrará con vaguedades, sino con estereotipos respecto a lo que se supone debe ser una comunidad.

En este caso, mas que conocer a la comunidad, a sus miembros, sus sueños, contradicciones y dificultades, el estudiante describirá una comunidad típica, tan parecida o distinta de cualquiera otra, pero con a cual no tendrá relaciones empáticas ni raigambre alguna, pues ha pasado por ella como extranjero y se va como foráneo. Difícilmente se sustraerá a la tentación de limitarse a comprobar lo que le han pedido que encuentre.

Desde la perspectiva educativa no tendrá lecturas predefinidas que le propongan respuestas preestablecidas. Por el contrario, para encontrarlas deberá, primero que nada, preguntar. De esta manera, el proceso educativo procede de manera inversa que al escolar. En la escuela va de una respuesta a otra respuesta, casi sin pasar por las preguntas, que son tan débiles que puede prescindir de ellas para el aprendizaje escolar.

En cambio, al educarse informalmente se encuentra con que debe generar preguntas porque la respuesta ya está dada. En este caso, la respuesta es la comunidad, contundente y omnipresente; sin embargo, con esa respuesta no puede hacer nada si no la vuelve enigmática con su indagación.

Si la comunidad es la respuesta, ¿cuáles son las preguntas?, se cuestionará el estudiante, de manera análoga a como Wagensberg nos desafío con su libro: “Si la naturaleza es la respuesta: ¿cuáles era la pregunta?”.

Godoy, Marcelo - Confesiones de un "profe" que no es "profe" (Borrador)

Godoy Gálvez, Marcelo
marcelo.godoy@santotomas.cl


Siempre quise ser escritor.

Recuerdo de pequeño un especial afecto por las letras. Junto a mi padre leía, en realidad hacía “como qué” ya que verdaderamente no entendía ese conjunto de signos que a él le representaba un significado particular y le aportaba un valor tan singular.

Casi al cumplir los cinco años pude juntar las primeras letras. Según recuerdo (sin duda con la gran distorsión de los recuerdos), fue un momento de gran emoción. Lo que sin dudas recuerdo es que aquella experiencia me motivó a leer todo cuanto se me pasaba por adelante. En un comienzo fueron los letreros del camino en el auto junto a papá quién trabajaba en aquella época como taxista y a quien acompañaba, de vez en cuando, como “secretario” donde se me ofrecía la oportunidad de leer el diario ya que los letreros del camino pasaban muy rápido (nótese que no era yo quien pasaba rápido sino que los letreros).

Luego de esta experiencia puntual tengo pocos recuerdos agradables y significativos acerca de mi relación con la lectura y la escritura. De ahí en adelante recuerdo una relación de sometimiento ante esta acción por la cual sentía tanto afecto.

La experiencia de “sometimiento” deriva (supongo, al menos así lo creo hoy) de mi vida escolar, donde la mayoría de los aprendizajes se dan en un contexto de sometimiento donde debes asimilar lo que, un “otro”, indica aquello que (cómo, cuándo, cuánto, etc.) “debes aprender” (tema que me interesa desarrollar con mayor profundidad en otra ocasión).

Por fortuna, conté con la posibilidad de conocer a verdaderos maestros (muy pocos) interesados verdaderamente en mi aprendizaje y en la calidad de su enseñanza en función de mi aprendizaje.

Siendo injusto con muchos, en honor al tiempo y para evitar aburrirlos con historias personales, les contaré de dos personajes significativos. El primero, “El Guatón Montaldo”. Este fue uno de los primeros personajes que me sorprendió cuando en su clase de Historia Universal pone sobre su escritorio una radio y a continuación escuchamos una canción de Joan Manuel Serrat para luego vincular su contenido a los temas que estábamos “viendo” en el contenido de la clase (la “materia”).

Usted eventualmente se reiría si le digo que no tengo la menor idea acerca de qué trataba el tema y mucho menos el contenido de la clase. Dirá: “eso no sirvió para nada”.

Pues bien, se reirá aún más cuando concuerde con usted en que no sé si habrá sido útil para “algo” o no pero, no sé por qué, probablemente aquello ayudó a los que “soy hoy”.

Hoy, cuando escucho una canción, pongo especial atención al contenido de su letra. Atraído, sin duda, por la música que actúa como un factor motivante (motor). Probablemente a esa experiencia le debo, en parte, mi dedicación a una profesión que valora la “Escucha Activa” como una competencia fundamental (la Psicología). No lo sé, probablemente el aporte de dicha experiencia fuese menor pero, … ¿no le parece curioso que la recuerde?... , a mi si.

Lo común es que el recuerdo sea selectivo. Siendo uno de los factores importantes la intensidad emocional del momento que se recuerda. Sin duda “ese” (hay muchos más) en la relación con “Nelson” (también fue el primer “profe” que dejaba que lo llamásemos por su nombre) fue de este tipo, emocionalmente intenso. Apoyado en la sorpresa con un apropiado sentido del equilibrio “histórico”.

“Atila” (por el Rey de los 1,0), le decíamos al profesor de Castellano 2 de la especialidad “Humanista” en el Colegio. Especialidad que estaba reservada a los “más flojos”, o bien a aquellos que no tenían habilidades “científicas” (Biológicas o Matemáticas). Para “Atila” no era así. Él llegaba a clases y decía: “salgan al pasillo frente de la sala, mire hacia el patio, elija una cosa que usted vea y escriba una historia al respecto”. En ese momento volví a sentir la misma emoción de los 5 años (pero ahora con 17) y di lo mejor de mí en esa actividad. Fue un momento que agradezco, por lo que representa, en tanto, la reconciliación con las capacidades que el sistema escolar me había negado y por que en ese momento redescubrí el placer inmenso que es plasmar ideas, vivencia, historias, conclusiones, etc… por escrito.

Con los años, hice un descubrimiento que me impacto enormemente. Atila (Raúl Muñoz era su nombre), era periodista. Más cierto o menos cierto aquello, me resultará útil para el tema que me propongo desarrollar más adelante.

Cuando joven quise cambiar el mundo. Desee democracia para mi país, mejores condiciones de vida para los más pobres, etc. Ese ánimo de cambiar la realidad me condujo a estudiar Psicología. Me especialicé en el “Cambio Organizacional”. Actualmente me dedico de modo preferente a la docencia universitaria y a la gestión de procesos académicos (además de mis trabajos de consultoría en temas relacionados con Recursos Humanos). De alguna forma, si usted quiere, también me dedico a cambiar a personas “escolarizadas” y “funcionarios” en “profesionales”.

En este ejercicio me he motivado, perfeccionado y vivido.

En ese ánimo es que quiero compartir mi visión del cambio que “he producido” o “estoy produciendo” en mí, ya que, si algo he descubierto sobre el cambio es que comienza en cada uno de nosotros. Es, como decía mi madre ante mi egoísmo infantil, obedecer a la máxima que reza: “la caridad comienza por casa”.

De este modo, lo que quiero compartir aquí con ustedes es mi vivencia en el “acto” (en realidad “vivencia”) de “educar”, tarea que no nos es ajena en tanto educamos a otros (aunque no queramos) o bien somos educados por otros (también aunque no lo deseemos o no lo veamos de ese modo).

López de Maturana, Silvia - Historia de Vida: testimonio de una experiencia vital (Borrador)


López de Maturana Luna, Silvia
silvialml@gmail.com


Hace 7 años que mi interés radica en investigar las Historias de Vida de los buenos profesores para recoger el testimonio de sus experiencias vitales y las valoraciones que ellos mismos hacen de su propia existencia. He tenido la rica experiencia de compartir el curso vital de más de 50 profesores, gracias a los cuales pude comprender las transiciones circunstanciales de sus vidas (algo profundo y muchas veces no esperable). Pude darme cuenta, por ejemplo, que no basta decir que hay profesores resilientes, o que los más resilientes afrontan mejor las cosas, sino que hay profesores que se van haciendo mas resilientes a medida en que van afrontando las cosas. Eso lo puedo decir después de conocer los recursos personales y sociales, las redes de apoyo, los amigos, y los miembros de la familia que crearon una base amplia para que los profesores no “se cayeran”, no se desmoronaran.

Gracias al estudio de la teoría y a la práctica de las Historias de Vida me acerqué al concepto de “generatividad”, que es uno de los temas de mi interés actual. Evidentemente fue la consecuencia lógica de las Historias de Vida puesto que la generatividad es una tarea de desarrollo que explica a las personas que en su trayectoria evolutiva superan los roles y constituyen su propio yo. Mi interés se acrecentó porque a través de las Historias de Vida conocí a profesores que narraron su vida en función a la generatividad: ”yo me quise dedicar a la enseñanza porque quería enseñar a vivir…” . Luego, Emilia Serra, mi profesora de Metodología cualitativa en al Universidad de Valencia me recuerda que cuando desempeñamos una tarea que nos gusta, liberamos endorfinas, se nos pasa el tiempo, y formamos parte de un flujo premonitorio de la creatividad. “Solo el que se ha sentido en flujo, es el que puede crear situaciones generativas” dice Emilia, y agrega: “Es como estar en un estado de embriaguez”. Muy interesante, y muy motivador.

Actualmente, otro tema de mi interés (sin haber dejado a los profesores) recae en los estudiantes con pensamiento crítico y activos en la participación estudiantil. Me interesa el estudio de los sucesos del curso vital, trayectorias, transiciones, puntos de giro que han llevado a esos estudiantes a elaborar y desarrollar su pensamiento crítico, para configurar las características que sustentan su trayectoria estudiantil, formación inicial, procesos de socialización, itinerarios formativos, construcción de la identidad estudiantil, etc. (Bolívar et al. 2001). Me interesa saber cómo ellos han configurado sus relaciones y cómo han surgido las realidades en sus interacciones, para propiciar formas de relación al interior de la escuela y de la familia que favorezca el desarrollo de las funciones cognitivas que activan el pensamiento crítico. Ya dije en otra oportunidad, y lo sostengo ahora, que estar dispuestos a pensar no es una obviedad cuando esa facultad no se utiliza para pensar bien, facilitar la conciencia de lo aprendido y motivar las ideas que movilizan la acción hacia un bien común. Abrirse al mundo para disponerse a pensar es prepararse -como dice Freire- para no aceptar lo que se dice sencillamente porque alguien lo dice, para tener conciencia de las acciones y saber si se actúa por voluntad propia o ajena. En este ámbito, comparto la pregunta de Boisvert (2004): ¿Cuál es el lugar que ocupa el pensamiento crítico en la formación educativa?. Por lo tanto, me interesa, por un lado, el comportamiento cognitivo de esos estudiantes que no es casual sino producto de experiencias significativas y trascendentes que impactaron favorablemente en sus estructuras cognitivas provocando el pensamiento crítico, y por otro lado, la generatividad, que es una tarea que puede ser enseñada desde la infancia, sobre todo porque los niños son capaces de mejorar y de superarse. Para finalizar, quiero compartir con ustedes la siguiente cita de Reboul (1984): “una educación cuyo fin sea la libertad es aquella que otorga a sus educandos el poder prescindir de los maestros, de proseguir por si mismos su propia educación, de adquirir por si mismos nuevos conocimientos e inventar sus propias reglas”.

Moreno Doña, Alberto - Aprendiéndonos (Borrador)

Moreno Doña, Alberto
amorenod@santotomas.cl


En esta primera reflexión que comienzo a realizar no puedo desprenderme de mis sueños como educador forjados a partir de la lectura de autores tan significativos como Paulo Freire, cuando nos comenta que educar es generar espacios y tiempos dónde cada uno sea capaz de decir su palabra, la propia. Decir la palabra está relacionado con ser capaz de participar, es decir, tomar decisiones en los espacios y tiempos de los que los diferentes actores educacionales formamos parte.

Entonces, mi primera pregunta surge: ¿participan nuestros alumnos de los procesos que viven cotidianamente al interior de la Universidad en la que se están formando? ¿Poseen el desarrollo adecuado de las capacidades que les permiten participar autónomamente en dichos espacios y tiempos? ¿Somos capaces los académicos/as de esta institución de generar verdaderos encuentros de diálogo, participación y decisión?

Pareciéramos estar inmersos en lo que algunos han llamado las falacias de la participación. La participación de nuestros alumnos/as queda reducida a aquellas situaciones que verdaderamente no tienen relevancia significativa para ellos, pues se podrían reducir a decidir en relación a los electivos que cursarán, en ir o no a clases, preguntar o silenciar sus inquietudes, etc. ¿Cómo desarrollar, entonces, valores democráticos en nuestros alumnos/as si no les permitimos decidir sobre aspectos relevantes para ellos? ¿Cómo nuestros alumnos van a ser profesionales autónomos si no necesitan de la autonomía para comportarse en su formación inicial y nosotros no estamos generando esos espacios y tiempos?

Sueño con una institución y un grupo de docentes que se apasionen con un proyecto fundado en la vivencia de la libertad como germen educativo. Vivir la libertad requiere de aceptar la incertidumbre, pues ella es parte consustancial del conocimiento. Necesitamos aceptar el error como parte constitutiva del aprendizaje y de la vida universitaria de nuestros alumnos y docentes.

Eva (5 años) iba en coche con su madre y le dijo: “Mamá, yo ya me puedo sacar el carnet de conducir porque me sé las señales”. “A ver si es verdad, le contestó la madre: ¿Qué quieren decir los colores de un semáforo? Y Eva contestó: “Verde, puedes pasar; rojo, no pases, y naranja, corre que se va a poner rojo”. (Adarve, junio 2007)

Inocencia, sentido común, sinceridad, reconocimiento de las sutilezas, características todas estas de nuestros niños y niñas y características todas estas que tanto profesores como alumnos universitarios comenzamos a olvidar debido, entre otras cosas, a las características de nuestros sistemas educativos formales, entre ellos la universidad, que privilegian características del conocimiento como son la objetividad, la cuantificación, la repuesta única, etc. Característica éstas que nos hacen negar todo lo que fuimos cuando niños, darle la espalda a ese niño que sólo aparece en nuestra escondida intimidad de nuestros espacios y tiempos personales e íntimos, pero que desaparecen en nuestro lugar de trabajo y de estudio, en la formalidad de la burocracia que constriñe y atrapa en las exigencias institucionales, y que no nos permite disfrutar del conocimiento como una experiencia cargada de incertidumbre y de pasión por acercarnos a creer en nuestra capacidad de soñar con una escuela y universidad diferentes.

Moreno Piñones, Agustín


Agustín Moreno Piñones
amorenop@santotomas.cl

Tirado, Clara - El Saber Pedagógico desde los niños y las niñas (Borrador)

Tirado Soto, Clara
clatiradosoto@gmail.com


Uno de las dimensiones a través de las cuales se evalúa a un buen profesor dentro de los parámetros formales es que éste logre conocer a sus alumnos/as, sus características, necesidades de aprendizaje, fortalezas para que en función de ello diseñe e intervenga con su quehacer en una actuación pedagógica que sea pertinente y adecuada a treinta o cuarenta singularidades infantiles, juveniles. Se tiene la expectativa de educar a niños y jóvenes para construir y vivir hoy una vida mejor y más humana, en una sociedad donde se vivencien valores de libertad y solidaridad como los actores y personajes de su propia historia.

¿Existe un conocimiento pedagógico sobre la diversidad de entornos vitales, naturales, sociales, culturales, espirituales, virtuales, territoriales en los cuales se educan caóticamente (Calvo) la población escolar integrada por niños y niñas que están construyendo una relación con el mundo diferente?. ¿ Quienes son los personajes emblemáticos que los niños y niñas están imaginando continuamente en su memoria y de los cuales hablan, imitan, juegan, analizan, compiten’?.

¿Cómo están construyendo sus imaginarios sociales acerca de su propia identidad personal y social en el territorio donde han nacido y crecido, aprendiendo a ser, estar, convivir, tener, hacer?.

Los imaginarios pedagógicos que logren articular los estudiantes de pedagogía sin duda se debaten entre dilucidar una verdad representada en la historia de su propia escolarización y una verdad social que reconstruye el presente. En esta reflexión de los futuros profesores como intelectuales (Giroux) no habrá educación, si no hay contribución al territorio donde se ha nacido, en el cual hemos sido acogidos, y amados.

¿Se logran construir comunidades de acogida en un marco de convivencia, narrativas, de memoria, ancladas en una historia común, que las lleve a crear, imaginar, emprender proyectos de vida?

“No hay contribución a lo local, si no hay historicidad como memoria social, que nos permita dilucidar los criterios de verdad pasados, presentes y futuros" (Salazar, 2007).

Actualmente hay varios escenarios de vida y debemos aprender a movernos en mundos diversos y volátiles, donde los pilares tradicionales como la familia, son puestos a prueba permanentemente. De allí que los entornos más próximos a las vidas de los niños/as, adolescentes y jóvenes son verdaderas estructuras de acogida, que articulan la memoria social.

Para el filósofo Paúl Ricoeur, la capacidad de autocomprendernos pasa por el acceso a la cultura, “nos educamos en un mundo que es narrado”; de allí que, toda acción educativa entendida como práctica reflexiva, si quiere dar debida cuenta de su propia reflexividad, (Catalán) debe entenderse como una acción que puede ser narrada, historicidada en un pasado y un presente que tiene un quién o quienes que le otorgan la identidad.

Los niños son los nativos de la era digital, han configurando una identidad adaptativa, han pensado su vida donde ellos son el centro del mundo, están construyendo un personaje a través de la lectura de textos y están actuando, participando, creando, imaginado.

Me pregunto en qué lugar están los estudiantes de pedagogía elaborando su saber, en qué lugar están los educadores contemplando y actuando en función a ello?. Me pregunto dónde está el relato de cada sujeto como protagonista de su nacimiento.

¿Que significa para los niños llegar a conocerse y autocomprenderse en un escenario tan volátil y contingente como es la vida misma?

Sin duda, constituye un problema complejo y refleja de algún modo una apuesta a construir proyectos educativos que recoja esta diversidad que apunta a la riqueza del ser humano en cuanto a que las personas están llenas de intenciones, afectos, intereses, opiniones y que estas expresiones de cultura se despliegan con mayor naturalidad en estructuras de acogida, de hospitalidad en la confianza.

¿Cómo se articula lo público y lo privado en estas comunidades?, ¿cómo se articula lo teórico con lo práctico en una red de conversaciones?. Se puede llegar a generar una red de protección social, cultural, comunitaria, económico, político, religioso, deportivo, ambiental, artístico, a través de una identidad imaginada, inventada?

El conocimiento pedagógico desde una perspectiva comunitaria engloba lo diverso y apunta a entender las múltiples relaciones pedagógicas que se dan entre las personas; por tanto, se trata de los sistemas humanos naturales donde se abren nuevos caminos, nuevos mundos.

Algunas reflexiones en torno los escritos de la Cátedra OEI, La Serena

Mi reflexión actual tiende a recordar las intenciones escritas de los integrantes de la cátedra OEI sobre los temas y problemas que les despiertan mayor interés, me he dado cuenta que de algún modo convergen hacia la búsqueda de lo que la autora de cuentos infantiles Ann Cameron ha denominado “el lugar más bonito del mundo”.

En palabras de los protagonistas del cuento -la abuela le dice a su nieto Juan que ese lugar puede ser cualquiera donde las personas se sientan acogidas y orgullosas de sí mismas; sin embargo, para Juan “allí donde hay alguien a quien se quiere muchísimo y dónde hay alguien que nos quiere de veras, ése sí que es el lugar más bonito del mundo”.

Las ideas de relevar las comunidades de acogida, de confianza, como construcciones de memoria en la narración puede ser una buena propuesta para “el cuadrante educativo” que propone Carlos Calvo para la formación inicial de profesores.

El construir comunidades de acogida, donde haya espacio y tiempo para la memoria social y la discusión sobre lo público y lo privado puede explicar por qué los jóvenes deben atreverse a volar alto. Poder reunir a hombres y mujeres que tienen intereses distintos e ideas diferentes que dialogan, se ponen de acuerdo y deciden por cual forma autoorganizarse.