lunes, 2 de julio de 2007

Abufom, Alejandro - Aportes para una pedagogía basada en la ampliación de la conciencia (Borrador)


Abufom Heresi, Alejandro
abufom@gmail.com


“No se puede conocer la conciencia sino en sí mismo.
Pero para conocerla es necesario tenerla.
Se puede pensar, actuar, sentir, sin estar conciente...
El gran obstáculo para la mayoría de los hombres
es creer que ya poseen una conciencia de sí
y de poseer todo lo que acompaña a esto”.

G. I. Gurdjieff en “Fragmentos de una enseñanza desconocida”.


Resumen:

Asistimos a una contracción generalizada de la conciencia individual y colectiva. La conciencia –entendida como una función dinámica y primordial del ser, conductora del quehacer humano- se ha ido paulatinamente reduciendo y atrofiando en la mayoría de las personas, limitando brutalmente las posibilidades humanas y conduciendo a nuestras sociedades a una ceguera casi institucionalizada, con los resultados desastrosos que están a la vista de cualquier observador atento: violencia desatada (y aceptada), consumismo desenfrenado (y provocado), disminución del pensamiento crítico, destrucción del medio ambiente y un colapso global –social,económico, político- que amenaza con hacer realidad nuestras peores pesadillas.

En estas propuestas se pretende mostrar como el trabajo sobre la conciencia es posible y –más aun imprescindible- para un desarrollo armónico de los seres humanos. Se mostrará como el trabajo sobre la conciencia abre la puerta a insospechadas posibilidades de desarrollo emocional, intelectual, relacional y espiritual, permitiéndonos –por ejemplo- tomar un contacto más exacto con la realidad.

Se mostrará como es posible aplicar técnicas de ampliación de la conciencia en un programa de formación de maestros, de forma de recuperar un cúmulo de capacidades latentes en los estudiantes, hoy recubiertas por un velo de indiferencia, resignación y pesimismo.

1. Las citas

ESTAR CONSCIENTE

“Llegar a ser lo que somos es estar conscientes de nosotros mis¬mos en este momento. El cambio es una función que no con¬siste en hacernos diferentes de lo que somos ni en resistir nuestros impulsos. Se origina cuando somos completamente nosotros. Las cosas cambian al ser descubiertas. Al traer a nuestra conciencia aquello que constituye nuestra existencia en ese momento de nuestras vidas, hacemos posible el cambio. Nuestro proceso de vivir es de cambio y desarrollo continuos. Para ser parte de este proceso se requiere conciencia de nos¬otros mismos y contacto con todos los momentos presentes de nuestra existencia. Si estamos despiertos y alerta podemos desarrollarnos y cambiar. Si nos volvemos conscientes de que parecemos incapaces de encontrar una solución adecuada, esa conciencia también es necesaria para que podamos avanzar hacia la resolución evasiva de nuestras dificultades. La con¬ciencia de sentirse sin salida, si es una conciencia total acarrea la nueva solución” (Joel Latner).

EL LIMITE ES LO QUE NO VEMOS

“El alcance de lo que pensamos y hacemos está limitado por aquello de lo que no nos damos cuenta. Y, debido a que no nos damos cuenta de que no nos damos cuenta, hay poco que podamos hacer para cambiar; hasta que nos demos cuenta de que el no darnos cuenta moldea nuestros pensamientos y acciones” (Ronald Laing)

LA TAZA LLENA

Nan-in, maestro japonés durante la era Meiji (1868-1912), recibió a un profesor de la universidad que vino a preguntarle sobre el Zen.
Nan-in sirvió té. Llenó la taza de su visitante y todavía siguió derramando té.

El profesor se quedó mirando cómo rebosaba la taza, hasta que ya no pudo contenerse:

-Ya está lleno. No cabe más.

-Como esta taza -dijo Nan-in-, usted está lleno de sus propias opiniones y especulaciones. ¿Cómo voy a poder enseñarle Zen a no ser que antes vacíe su taza?

2. ¿Qué es la conciencia?

En la acepción más generalizada, se asocia la conciencia con la imagen del personaje “Pepe Grillo”de Walt Disney, algo así como una vocecita interior que nos recuerda lo que es bueno o malo: un referente ético para nuestros actos cotidianos. Se la considera, también, la última frontera del ser humano, aquélla zona intocable que dirige, en última instancia, la vida de los hombres y desde donde surgirían todos los deberes. Esta noción define a la conciencia como un contenido de valores morales el que, a su vez, variará dependiendo de la cultura en que se halle inmerso cada individuo. Así, por ejemplo, para los cristianos el origen de los contenidos (valores morales) será divino y, por lo tanto, inmutable. La labor del hombre cristiano será entonces descubrir dentro de sí esos valores y ser consecuente con ellos a través de su conducta.

Para el mundo científico y filosófico el origen de estos contenidos es variado, pero mayoritariamente se acepta la idea de que los contenidos de la conciencia no son inherentes al hombre, sino que se forman a través del conocimiento. La idea de que la conciencia es un cúmulo de contenidos que se “establecen” de alguna manera en el individuo y que permanecen inmutables, ya que estarían compuestos por valores no modificables, nos hace ver a la conciencia como estática e inmóvil, sin cambios en el tiempo y a la cual no tendríamos acceso.

Sin embargo, desde los años 50, especialmente influído por el pensamiento oriental, en occidente se comenzó a considerar el estudio de la conciencia en sí misma, y a considerarla como un proceso dinámico y con características muy particulares y propias.

El considerar a la conciencia como un proceso cambiante y susceptible de ser modificado ha abierto nuevos caminos para el estudio del fenómeno humano. De estas dimensiones es precisamente de lo que trataremos en esta propuesta y de la posibilidad de acceder a ellas intencionalmente.

En occidente, las psicologías han mantenido diferentes posiciones, que van desde el conductismo que prefiere ignorarla (dadas las dificultades que plantea su investigación objetiva), hasta los enfoques psicodinámicos y humanistas, que la reconocen pero que generalmente prestan más atención a los contenidos que a la conciencia per se, como contexto de todas las experiencias.

De acuerdo a la sabiduría oriental y en lo que en occidente Huxley llamó la "Filosofía Perennis", una doctrina universal referente a la naturaleza humana que estaría subyacente en toda su historia), el ser humano tiene un rango mucho más amplio de estados de conciencia que los habituales y, además, posee una tendencia natural hacia estados más amplios o superiores. De esta manera el presente trabajo asume que el estado habitual, llamado de "vigilia", es sólo uno de muchos estados posibles.

Esto se traducirá en que existirán también otras posibilidades de percepción que alimenten dichos estados. Estos estados superiores implicarán una manera más amplia de conocer. Estas posibilidades distintas de conocer ampliarán el espacio perceptivo de manera que:

a) no se limita a los sentidos "ordinarios" (visión, tacto, audición, etc.)

b) establecen una nueva visión del mundo, al modificar estructuras mentales, como la dualidad sujeto-objeto o las nociones de tiempo y espacio, por ejemplo.

Bajo esta perpectiva, esta propuesta pretende mostrar un mapa de los distintos estados de conciencia y su aplicación concreta, como posibilidad que expanda la constreñida visión que tenemos del mundo y de nosotros mismos. Creemos que esta expansión de la conciencia es un proceso naturalmente humano, pero que requiere –hoy con urgencia- de un trabajo sobrenatural, es decir, provocarlo y acelerarlo en los estudiantes.

3. ¿Es posible desarrollar la conciencia?

LAS DIMENSIONES DE LA CONCIENCIA

A. Dimensión Existencial. La conciencia considerada como vivencia interior, como lo más íntimo del individuo; aquél núcleo inalcanzable (por los demás) y que le da al ser humano su sello existencial y único.

B. Dimensión Relacional. La conciencia, como dimensión central del individuo, establecerá lo que podemos llamar una actitud para relacionarse consigo mismo y con el medio. Aquí veremos las manifestaciones concretas del individuo, hablaremos de “positivo” y “negativo” y de “conciencia colectiva” y “conciencia individual”.

C. Dimensión Espacial. La conciencia, con asiento en un organismo como el nuestro, estará determinada -en su proceso y funcionamiento- a una estructura biológica con leyes propias. Esta determinación estructural permite considerar a la conciencia como a) contexto (analizando la biología y su funcionamiento) y b) contenido (analizando el origen de los componentes que esa biología maneja).

D. Dimensión Temporal. La conciencia como proceso evolutivo inherente e inevitable, propio de la condición humana. Desde esta óptica, surgen los “estados de conciencia”.

Solamente para efectos didácticos, analizaremos primero la Dimensión Relacional, la que nos permitirá contextualizar socialmente la noción de conciencia y visualizar rápidamente sus aplicaciones a la vida cotidiana.

b. LA DIMENSIÓN RELACIONAL

Conciencia positiva y conciencia negativa.

Habitualmente se da a las palabras positivo y negativo una acepción similar a la de bueno y malo, deseable e indeseable, adelanto y retroceso. Nosotros las utilizaremos para ayudarnos a comprender el complejo proceso de los estados de conciencia. Positivo y negativo reflejan dos actitudes interiores diferentes que determinarán, también, dos relaciones distintas entre uno y los demás, las cosas, las metas.

El esfuerzo positivo es la aplicación de la fuerza -física, mental- sobre un punto determinado, para obtener un resultado deseado. Sirve para adquirir conocimientos y recordarlos, acumular bienes, desarrollarse psíquica y mentalmente, hacer amistades, etc.

Es la expresión de la voluntad personal que le permite al hombre conquistar el medio. El esfuerzo positivo ha servido para dominar la naturaleza, prolongar la vida, transitar por la tierra y el espacio.

Este esfuerzo positivo sostenido durante miles de años dió como resultado una conciencia positiva, que significa una visión del mundo que privilegia el control, la dominación, la cuantificación y la separatividad. Además, la noción de desarrollo y bienestar para la humanidad ha estado marcada por la idea del CRECIMIENTO. Consecuentemente, la finalidad del ser humano dentro de esta concepción que incluye, por supuesto, la imagen de sí mismo, es la de tener más. Crecimiento es igual a tener más. Más inteligencia, más bienes, más poderes, más imaginación. “Enriquecimiento, en los términos positivos, significa adelanto. Tener más es su manera de ser más. Perder, entonces, sería ser menos” (Wagemberg, 1972)

Así tenemos, entonces, una noción de desarrollo y evolución humana basados en la posesión de multiples atributos. Pero esta actitud interior positiva produce la identificación del ser con sus atributos y lo determina en ellos. Al estar determinado, identificado totalmente, el hombre solo sabe vivir haciendo. Para él, vivir es hacer: hacer algo para obtener algo. Pero la experiencia indica que el hacer, el esfuerzo positivo, no otorga necesariamente mayor felicidad, plenitud o claridad existencial. El hombre moderno, agobiado en su lucha del hacer y de posesión frenética, sigue enfrentándose a la angustia cotidiana, a la soledad, la confusión y la insatisfacción. Y se pregunta: “¿Qué tengo que hacer?”. Dice Jorge Waxemberg: “...Cuando el hombre determina su vida en actos, la asimila a una sucesión de acciones. El se reduce como ser, limitándose en acciones que son sólo una expresión de sus atributos, pero no son su ser. (...)Si bien sabe que el hombre siente y piensa, su visión de los hombres es, fundamentalmente, la de gente que hace algo. La determinación del ser implica en el una reducción de su conciencia.

Cuando un hombre se determina dentro de un sistema de creencias o de ideas, no tiene conciencia de su pensamiento propio. Cuando se expresa, no se expresa el; lo hace el sistema de ideas o creencias a través de él, que sólo opera como un agente.... Obviamente, aunque se determine en actos, no deja de pensar y de sentir, pero todas sus expresiones, incluso su sentir y su pensar, son funciones de su determinación fundamental. Ante cualquier situación su reacción es: “¿Qué tengo que hacer?”. Es decir, su expresión es siempre operativa.

En el estado de conciencia positivo el hombre desarrolló su personalidad y se determinó en ella. Desarrolló su voluntad y estructuró su vida dentro de un sistema de pares de opuestos. Desarrolló también su mente racional, para separar, conocer y clasificar. Ha logrado desarrollar tecnología y sistemas de administración que le permiten controlar casi totalmente su medio, pero no ha logrado hacer que la vida real, la vida de los sentimientos, la vida de las relaciones con los demás, la vida interior que lo determina en el sufrimiento permanente, sea mejor y más plena. Y no lo ha logrado precisamente porque está determinado en un estado de conciencia limitado. Son sus mismas estructuras internas las que lo limitan.

Para poder avanzar en su evolución es necesario que el mismo logre expandir su estado de conciencia, accediendo a niveles más amplios, que son los que exploramos en este trabajo.

La expansión de los estados de conciencia requiere de un cambio de actitud interior: pasar de la conciencia positiva a una conciencia negativa, ya que es imposible adentrarse en niveles más profundos con la idea de poseerlos, de controlarlos o de cuantificarlos. A esto se refiere el término negativo. De allí, por ejemplo, estriba la dificultad para referirse a ellos: porque no se poseen, no se acumulan ni se archivan, sólo se experiencian, sólo se viven. Desde esta perspectiva negativa, la noción de crecimiento no es cuantitativa sino cualitativa, es una transformación.

De esta manera, el acceso a otros niveles de conciencia, se constituye en un desenvolvimiento, una transformación cualitativa de las estructuras internas y de los condicionamientos personales. Hablamos de la actitud negativa porque la realización de un determinado campo de posibilidades puede verse como la porción ascendente, de una línea que siempre termina en un descenso. Y...”el esfuerzo positivo, que permitió la realización de las posibilidades en la porción ascendente, debe trocarse en un estado interior negativo, en la cima de la línea de crecimiento (o expansión). De esta manera las conquistas se integran substancialmente al ser y éste tiene la libertad necesaria para descubrir y realizar un nuevo campo que, en ese momento, representa sus posibilidades reales” (Waxemberg, 1972).

El desenvolvimiento entonces, puede verse como el proceso expansivo que realiza el individuo de un estado de conciencia restringido, (el nivel de la persona de Ken Wilber), a niveles mucho más amplios, pero no en términos de crecimiento o acumulación de saber y poder, sino más bien como una experiencia progresiva y desapegada en que el ser va modificándose cualitativamente, transformando incesantemente su visión de la realidad.

Conciencia colectiva y conciencia individual.

Socialmente, existe una conciencia colectiva que es compartida por la mayoría de los individuos de la sociedad. Tiene la característica de que es similar en sus alcances y manifestaciones concretas en la vida cotidiana. Se trata de grandes sectores humanos del planeta que comparten una determinada manera de relación con la realidad. El qué tipo de relación se tiene no nos importa por el momento; lo que queremos destacar es el fenómeno de la asimilación colectiva a determinadas formas mentales, la adecuación y aceptación a un tipo de conciencia. Pareciera ser que, tanto los mecanismos, sus contenidos y sus consecuencias prácticas, fueran similares y repetidos reiterativamente.

Esta conciencia colectiva puede verse claramente ilustrada en programas de T.V. tipo “Sabados Gigantes”, el cual tiene la peculiaridad de identificar a millones de seres, actualizando un determinado tipo de conciencia y –por ejemplo- detonando respuestas condicionadas similares. Lo mismo puede observarse en la actividad publicitaria o proagandística.

Hemos definido a la conciencia como un contexto, como una forma, como una determinada configuración de procesos psicológicos, que generarán una determinada relación con la realidad. Esta configuración, como fenómeno masivo compartido, es lo que llamamos conciencia colectiva.

Una de sus características, además de la uniformización, es la no-conciencia de poseerla y una aceptación pasiva de ella y sus efectos. Ejemplos de ella sobran: las campañas publicitarias, las ideologías, los fanatismos religiosos, las barras “bravas” del fútbol, los ejércitos, etc... El ejemplo más claro y dramático de este tipo de conciencia lo constituyó el Nacionalsocialismo, como muestra de la disolución individual en favor de una especie de “cuerpo” masivo que, aparentemente, estaría supliendo carencias básicas del ser individual. Así lo relata Morris Berman en “Cuerpo y Espíritu” (1989), al citar las prácticas en los campos de entrenamiento de la Juventud Hitleriana: “Mediante los ritmos pulsantes de las columnas en marcha y el canto unificado de himnos nazis repetidos incesamente, cada niño o niña era iniciado en la experiencia colectiva que disolvía su individualidad y lo fundía en una unidad con sus camaradas”.

Esta conciencia colectiva correspondería a los niveles más básicos del desarrollo de la misma. Es necesario destacar que este nivel de conciencia no está asociado con el nivel de inteligencia (en el término corriente de poseer alta capacidad de procesar datos, resolver problemas, o elucubrar teorías). De hecho grandes dictadores, pensadores o asesinos, poseen una reconocida “gran inteligencia”, pero su comportamiento real y su relación con el medio y los demás denotan que su nivel de conciencia es aún muy incipiente. Están en lo que G.I.Gurdjieff llamaba “conciencia lúcida o estado de vigilia” en el cual (...)los hombres pasan la mitad de su vida, (la otra mitad durmiendo) y en la cual caminan por las calles, hablan de cosas sublimes, escriben libros, participan en política, se matan los unos a los otros...

Para hablar de conciencia individual, tendremos primero que aceptar la posibilidad de que el hombre posee la capacidad latente de darse cuenta de que está inserto en una conciencia colectiva.

La conciencia individual surge cuando la persona deja de identificarse con lo colectivo, paso doloroso y difícil, ya que esta identificación se apoya generalmente en la necesidad de encontrar allí, las motivaciones y los sentidos para la propia existencia. Al dejar de identificarse, la persona queda en un vacío temporal difícil de asumir, pero que la mayoría de las escuelas de desarrollo consideran indispensable para llegar a la madurez. En Terapia Gestáltica se le suele llamar el “vacío fértil o creativo”, ya que a partir de esta toma de conciencia de la identificación, surgirán el desarrollo de una conciencia autónoma y las motivaciones genuinas del individuo.

Conciencia individual no significa obligadamente una conciencia “separada”, a la que alude Morrris Berman, refiriéndose a la diferencia entre el paradigma medieval y el cartesiano, sino que lo individual está asociado al reconocimiento de la propia existencia como distinta, con autonomía psíquica y con posibilidades de desarrollo únicas y particulares con la libertad para identificarse o no, con lo que se desee.

1 comentario:

Unknown dijo...

Estimado hombre de las metáforas concientes,

¿Hasta cuando vamos a seguir soportando esos abalanzamientos científicos sobre la realidad del anonimato?

Yo sé que usted concuerda conmigo en esta idea: para hacer madurar la cultura habría que quemar cada uno de los institutos sectorizados del conocimiento.

Y la conciencia, déjeme decirle algunas palabras sobre ella.

La conciencia es una enfermedad ilustrada. Ya desde el arrepentido San Agustín que tenemos ese vocablo vacío penetrando. Es una costumbre fraseológica occidental, amigo, algo así como la idea de Dios o del Estado. Yo le recomiendo no leer más a Platón y Aristóteles y todo lo que deriva de ellos. Según Spinoza ambos veían fantasmas.

un saludito

Arenga por la inmolación sistemática de los que piensan